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miércoles, 11 de julio de 2012

Las cuentas de mi coche, o cómo la crisis favorece repensar la movilidad personal

La mayoría de nosotros sabe perfectamente lo que paga mensualmente de hipoteca; algunos menos, lo que supone la factura de electricidad, gas o teléfono, pero… ¿tenemos idea de cuánto nos cuesta realmente el coche?, ¿conocemos cuál es su peso dentro de la economía doméstica? Yo he decidido sacar la calculadora y tratar de entender qué implica para mi bolsillo moverme en coche. ¡Y os animo a hacer el mismo ejercicio!
Vivo en Segovia, a 15 kilómetros de Valsaín, el pueblo donde se ubica mi puesto de trabajo, y los horarios del transporte público -o sea el autobús que comunica ambas localidades- no se ajustan a los míos, de modo que llevo más de una década utilizando mi vehículo particular para ir a trabajar.
Desde hace un tiempo, vengo dándole vueltas a la idea de reducir esta dependencia del coche, que en mi caso se relaciona principalmente con la movilidad laboral, puesto que el resto de mis necesidades cotidianas de desplazamiento, en una ciudad pequeña y compacta como Segovia, las resuelvo habitualmente a pie o con el servicio de autobuses municipales. Pero el coche está ahí, es cómodo, fácil y se adapta como un guante a mi peculiar horario de jornada reducida, que también hace imposible el compartir viaje con algún compañero de trabajo.
Sin embargo, la actual coyuntura de crisis favorece el saludable ejercicio de repasar las costumbres cotidianas y tratar de identificar formas de reducir gastos, de modo que me he puesto, por fin, a hacer números y entre ellos… ¡¡¡LAS CUENTAS DE MI COCHE!!!
Sí, hay muchas razones para replantearse el uso del coche, y yo tengo algunas especialmente claras: las de tipo ambiental y urbanístico, por ejemplo, pero tengo que confesar que hasta hace poco no me había parecido relevante profundizar en el enfoque económico de la cuestión. Ha llegado el momento.
He aquí los cálculos y las reflexiones que han surgido al hilo de los resultados, que comparto con todos vosotros:
·         Datos básicos del vehículo:
o   Marca y tipo: RENAULT CLIO,
o   Antigüedad: 9 años (adquirido en marzo de 2003)
o   Coste de adquisición: 10.570 €
o   Combustible: gasolina de 95 octanos
o   Consumo medio: 5,5 l/km (dato del ordenador del propio coche)
o   Kilometraje medio anual: 11.500 km/año

·         Gastos anuales[1]:
o   Reparto anual del coste de adquisición[2]: 1.057 €
o   Seguro: 290 €
o   Impuesto municipal sobre vehículos: 63,24 €
o   Mantenimiento, ITV y reparaciones: 325 €
o   Repuestos de batería y neumáticos[3]: 64,5 €
o   Multas[4]: 80 €
o   Aparcamiento[5]: 12 €
o   Gasolina[6]: 885,5 €

TOTAL: 2.777,24 € al año
2.777 € al año; 231 € al mes; 7,60 € al día… Parece una cantidad bastante imponente, sobre todo si la comparo con mi sueldo, puesto que supone reconocer que, cada año, dedico dos mensualidades a mi vehículo -en circulación y, principalmente, parado- y, ¡horror!, que en los últimos 9 años he invertido un año y medio de sueldo en costearme la adquisición y uso del coche.
Suena fatal, pero no nuevo, ya que, a finales de los años sesenta, Ivan Illich escribía en su libro Energía y equidad que “sumando al precio del coche el seguro, multas, reparaciones, estacionamientos, combustible, mantenimiento y horas perdidas en los embotellamientos, unos 11 años de nuestra esperanza de vida se destinan a sacar adelante la pervivencia de nuestro coche.”[7]
En fin, a lo que iba, que las cifras son llamativas, pero podrían serlo mucho más teniendo en cuenta que:
  • tengo un coche barato, de gama baja, que compré, ya matriculado por la casa, con la oferta de kilómetro cero;
  • al no tener garaje, mis gastos de aparcamiento son irrisorios (el precio medio de alquiler de una plaza de garaje en Segovia es de 55 €/mes, lo que aumentaría en 660 € el coste anual, y el precio medio de venta es de 22.500 €, ¡el doble de lo que costó el vehículo!);
  • no dedico ni tiempo ni dinero al lavado, acicalamiento ni tuneado de mi coche;
  • no he tenido grandes averías (todavía… los años tampoco pasan en balde para mi CLIO y pronto la obsolescencia programada de sus piezas empezará a dar que hablar).
Bien, con todos los considerandos anteriores, y convenientemente impresionada por las cuentas de mi coche… ¿qué reflexiones me surgen?
La primera, que el coche privado es un lujo que nos pasa desapercibido; la independencia y libertad que nos proporciona tiene un precio, pero a menudo es un precio desconocido o poco relevante porque no lo contextualizamos en nuestra realidad.
La segunda, que debo explorar qué alternativas realistas tengo para mi movilidad cotidiana al trabajo, con vistas a:
  • reducir el gasto dependiente del uso –gasolina, repuestos y reparaciones-
  • estirar al máximo la vida del vehículo (cuanto más dure, menos me habrá costado al año)
  • acostumbrarme a una vida sin coche, puesto que dudo mucho que vuelva a hacer una inversión así cuando acabe la vida útil de mi CLIO.
Os animo a hacer este ejercicio de realismo y enfrentaros a las cuentas de vuestro vehículo!
[1] Los cálculos están realizados con datos exactos del año 2012 para los conceptos: seguro e impuesto municipal; con datos de otros años, para hacer medias, en los conceptos: mantenimiento y reparaciones, repuestos (batería y neumáticos) y consumo de gasolina; y finalmente con aproximaciones realistas para los conceptos de: multas y aparcamiento.
[2] He decidido hacer un cálculo tipo “cuenta de la vieja”, repartiendo el coste total del coche entre 10 años de uso, que es una media de vida bastante realista -dado que he cumplido ya el noveno -, y teniendo en cuenta que, con una década, un coche ya no “vale” nada, es decir que no puedo contar con recuperar nada de la inversión de una potencial venta.
[3] He considerado un recambio de batería cada cuatro años, a un coste de 50 €, y de los cuatro neumáticos cada 40.000 km, a un coste de 180 €.
[4] 80 € es el coste estándar del tipo de multa habitual que he sufrido estos años, relacionado con el estacionamiento. He considerado una media de una infracción anual.
[5] No tengo aparcamiento ni alquilado ni en propiedad, por lo que no he imputado en este concepto más que el coste (estimado) de los tickets de aparcamiento en zona verde (mínimo: 0,60 € la media hora) o azul (mínimo: 0,30 € la media hora) que, de forma esporádica, utilizo en las calles de Segovia.
[6] El cálculo se ha hecho a partir de los datos de kilometraje medio anual y consumo medio, y de un precio medio de 1,4 €/l de la gasolina de 95 octanos (en Castilla y León, la aplicación del llamado céntimo sanitario al combustible hace que su coste sea más elevado que en el resto de España).
[7] Vicente Verdú: La otra ciudad. El PAÍS, 30 de abril de 1999:


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