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lunes, 9 de julio de 2012

Cero emisiones

Cada vez más empresas y organizaciones anuncian sus productos y servicios como de “cero emisiones”. Pero… ¿hasta qué punto se utiliza con rigor o fundamento esa etiqueta?

“Cero emisiones”: la promesa

Una de las fórmulas clásicas para desplegar el argumento “cero emisiones” es presentarlo como el objetivo a alcanzar. Sin embargo, se trata de una declaración de intenciones que raramente se acompaña de información, específica y creíble, sobre el plan que se piensa seguir para alcanzar tan loable propósito. En este caso, nos encontramos ante una mera promesa inconcreta que, como cualquier afirmación localizada en el futuro, es imposible de constatar.

“Cero emisiones”: la anécdota

Recientemente, los periódicos mostraban, a toda página, un anuncio de automóvil con el siguiente titular, impreso en grandes caracteres:

C4=0 gr. CO2 (*)

El lector dotado de la necesaria dosis de curiosidad, tras localizar la anotación señalada por el asterisco, podía leer, en letra diminuta, la siguiente aclaración:

(*) Tecnología micro-híbrida. Cero emisiones en cada parada

Tras unos segundos de duda, empezamos a entender el argumento: el vehículo publicitado tiene cero emisiones… siempre que esté parado. Interpretamos que cuenta con un sistema “start-stop” que para el motor cuando el vehículo se detiene, por lo que, efectivamente supone que en ese momento no emite. Pero… ¿qué ocurre cuando el vehículo se pone en movimiento? La información sobre emisiones incluida en el anuncio nos lo aclara: el vehículo emite entre 109-148 gr CO2/Km. De acuerdo con estos datos, algunos modelos de la gama publicitada tienen unas emisiones bastante bajas, mientras que otros tienen unas emisiones superiores a la media de los vehículos nuevos vendidos en España.
Aunque pueda parecer una mera anécdota, lo cierto es que una buena parte de la publicidad que anuncia productos o servicios con “cero emisiones” utiliza – en mayor o menor medida – este planteamiento: asociar a todo el producto o servicio una ausencia de emisiones que sólo es propia de una parte del proceso de fabricación o uso.

¿Un ascensor “cero emisiones”?

El curioso ascensor que aparece en la ilustración nos proporciona otro ejemplo en este sentido. Construido con motivo de los juegos olímpicos de Londres, el ascensor ha sido presentado como “el primer ascensor del mundo con cero emisiones”. El ascensor funciona gracias a dos paneles solares en su parte superior, que dotan de energía a un motor que controla una serie de peceras llenas de agua con función de contrapesos, para contrarrestar el empuje gravitatorio de la cabina de pasajeros y salvar las diferentes cotas de una escalera.
Sin embargo, el artefacto tiene una estructura de acero y metacrilato que pesa cerca de tres toneladas. Dado que en la fabricación de una tonelada de acero se emiten unas dos toneladas de CO2… ¿podemos decir, en rigor, que estamos ante un ascensor con “cero emisiones”?


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