
Resulta hoy habitual que los gobiernos incentiven la sustitución de coches por otros nuevos más eficientes. Desde un punto de vista energético o ambiental, esto plantea un interrogante: Se espera que un automóvil más moderno vaya a consumir menos gasolina o gasóleo, pero para fabricar ese nuevo vehículo se habrá gastado a su vez una cantidad de energía considerable. ¿Compensa realmente cambiar de coche? Es decir: ¿Hasta qué punto el gasto de fabricar uno nuevo es menor que el ahorro de sustituirlo por otro más eficiente?
Esta misma pregunta se hizo un equipo del investigador Alfonso Aranda, en el Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (
CIRCE) de la Universidad de Zaragoza, y la respuesta encontrada para un coche medio choca frontalmente con muchos planteamientos actuales: para que compense desde el punto de vista energético, el vehículo sustituido debería tener unos 20 años.
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