Un jardín más atractivo: la mayoría de los jardines históricos que admiramos por su belleza tienen mucho de “xerojardines”: poseen cantidad y variedad de árboles y arbustos y pocas praderas. Y utilizan, en general, especies poco exigentes en cuanto a riego. Por el contrario, los “nuevos” jardines, simples y de aspecto poco acogedor, que a veces encontramos en las nuevas zonas urbanas, con amplias superficies de praderas y pocos árboles y arbustos, suelen tener consumos de agua mucho más elevados.
Más vida con menos agua: aunque pueda parecer paradójico, los xerojardines suelen albergar más vida… con menos agua. Hay que tener en cuenta que se trata de espacios con una amplia diversidad de ambientes – las copas de los árboles, arbustos, rocallas, zonas de plantas aromáticas, tapices verdes… - de gran atractivo para la fauna silvestre. Además, las plantas autóctonas, muy utilizadas en estos jardines, proporcionan alimento a un mayor número de especies silvestres, entre ellas numerosas aves y mariposas.
Menor mantenimiento: Más riego también supone más necesidad de segar el césped, de recortar los setos, de controlar las “malas hierbas”… El jardín de bajo consumo de agua reduce, muy sustancialmente, la necesidad de acometer esas tareas.
Menor coste: Un pequeño jardín doméstico suele consumir al menos tanta agua como todos los demás usos domésticos juntos (y con frecuencia los duplica o triplica). Y, en la mayor parte de las zonas residenciales, se riega con agua procedente de la red de abastecimiento. Además, en los municipios españoles las tarifas del agua se aplican por un sistema de bloques, por lo que el gasto añadido que conlleva el jardín se paga caro. Un jardín diseñado con criterios de bajo consumo permite un ahorro drástico en las facturas de agua.
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